La creciente amenaza que representa Varroa destructor, amplificada por sus efectos sinérgicos con agentes virales, exige a los apicultores estrategias más precisas y adaptadas a cada situación. Los calendarios de tratamientos fijos usados tradicionalmente, aunque útiles, a menudo no tienen en cuenta la diversidad de contextos apícolas, lo que puede dejar a las colonias vulnerables frente a picos de infestación.
Este artículo explora una gestión dinámica y holística de Varroa, basada en la diferenciación de las colonias, la precisión del momento de intervención y el uso de métodos biotecnológicos, con el objetivo de proteger tanto la salud de las abejas como la integridad del superorganismo colonia.
Más allá de la dicotomía entre producción de miel y cría de reinas, los recorridos estacionales y las necesidades de manejo de las colonias son aún más diversos según otros objetivos apícolas y modelos de explotación. Por ejemplo, las colonias dedicadas específicamente a la polinización sufren limitaciones particulares. Estas colmenas se trasladan regularmente a diferentes cultivos durante la temporada, exponiendo a las abejas a condiciones ambientales fluctuantes, variaciones en la calidad del néctar y al estrés relacionado con los transportes frecuentes. Estos factores pueden modificar los ciclos de cría y afectar la dinámica poblacional de Varroa, requiriendo evaluaciones de riesgo regulares e intervenciones más flexibles (1,2,5). Del mismo modo, las colonias utilizadas como colmenas de recursos -que proporcionan cría o abejas para apoyar unidades más débiles o formar enjambres – pueden sufrir un estrés adicional y una dinámica alterada, aumentando su vulnerabilidad a Varroa, especialmente si la población de nodrizas o la cría se ven comprometidas (3,5).
Por otra parte, algunas explotaciones mantienen colonias principalmente como núcleos o para preservar una genética particular durante todo el año. Estas pequeñas colonias, con cría limitada, presentan patrones de crecimiento de Varroa diferentes y son especialmente susceptibles a colapsos rápidos sin una supervisión estrecha, ya que las cargas de ácaros pueden alcanzar rápidamente niveles críticos en relación con su tamaño total – lo que subraya la importancia de evaluar la infestación de Varroa respecto a la población de abejas adultas (2,4,5). En las explotaciones trashumantes y profesionales a gran escala, los apicultores deben integrar la diversidad de paisajes, la presión específica de enfermedades según las regiones y el desarrollo estacional asincrónico de las colonias, lo que lleva a necesidades diferenciadas en la gestión de Varroa según las tareas y los desplazamientos (1,2). Por ejemplo, el calendario óptimo para las colonias destinadas a la polinización temprana de primavera no necesariamente es adecuado para aquellas orientadas a mieladas tardías o a la producción continua de reinas (3,4).
Esta complejidad pone de relieve la necesidad de considerar la gestión de Varroa y de los virus asociados en su contexto específico – función productiva de la colonia, historial de traslados y riesgos de exposición propios de cada una. Un enfoque tan preciso permite un seguimiento focalizado, un ajuste dinámico del calendario de tratamientos y una asignación estratégica de recursos, preservando tanto la salud individual de las colonias como la viabilidad general de la explotación (1,3,5). La gestión adaptativa basada en el recorrido de las colonias es destacada por la literatura científica reciente como un componente esencial de una apicultura sostenible y productiva.
La vitalidad y la resiliencia de las abejas de invierno son fundamentales para la supervivencia global de la colonia. Dependen estrechamente de la salud y de las condiciones en que se crían las generaciones que emergen a finales del verano y principios del otoño. Durante esta fase crucial, la infestación por Varroa influye fuertemente en la colonia, debilitando físicamente a las abejas nacientes y aumentando además la carga viral, especialmente la del virus de las alas deformadas (DWV), cuyo impacto en la mortalidad invernal y en el éxito de la invernada está demostrado (1,2). Estos efectos son aún más preocupantes dado que las abejas de este periodo desempeñan un papel esencial como nodrizas y pecoreadoras durante el invierno, y por lo tanto deben combinar robustez fisiológica y longevidad.
Una gestión eficaz en este momento clave se basa en la anticipación y reducción de la presión tanto de Varroa como de los virus asociados mediante intervenciones perfectamente cronometradas. Los estudios insisten en la importancia de un seguimiento regular y sistemático de los indicadores clave de la colonia – integridad de la cría, tasas de infestación por ácaros, presencia de síntomas virales – para identificar y corregir precozmente los riesgos antes de que se agraven (3,5). Los tratamientos preventivos dirigidos a las colonias que crían estas abejas esenciales reducen considerablemente las pérdidas, como demuestran Jack et al., quienes mostraron que intervenciones en el momento adecuado limitan fuertemente los brotes virales y disminuyen los fracasos de invernada (3). Al concentrar los esfuerzos en esta fase crítica, los apicultores aumentan significativamente las probabilidades de supervivencia de sus colonias y limitan el riesgo de colapso debido a los efectos combinados de Varroa y los virus.
Los métodos biotecnológicos -interrupción de la cría mediante eliminación o confinamiento, eliminación de cría de zánganos, enjaulado de la reina – son herramientas clave para interrumpir el ciclo reproductivo de Varroa destructor. Al reducir la disponibilidad continua de cría, interrumpen eficazmente el ciclo reproductivo del ácaro, permitiendo una mejor sincronización de los picos poblacionales con los tratamientos acaricidas de larga duración (5,6). Esta estrategia mejora la eficacia de los tratamientos químicos, atacando a los ácaros en fase forética, más expuestos fuera de las celdas operculadas.
Estos métodos no químicos reducen además la dependencia de los acaricidas, preservando el microbioma de la colmena y frenando el desarrollo de resistencias en Varroa (3,7). Son especialmente indicados en colonias especializadas, como aquellas destinadas a la cría de reinas o los núcleos, donde la manipulación de la cría ya es una práctica habitual. Este control preciso de la cría permite mejorar la gestión de Varroa sin perjudicar la productividad de las colonias.
Asociadas a un monitoreo frecuente y a un ajuste adaptativo de los tratamientos, estas intervenciones a mitad de temporada refuerzan significativamente la salud y resiliencia global de los apiarios, conforme a los principios de apicultura sostenible y de manejo integrado de plagas (5,6,8).
La gestión eficaz de Varroa se basa en un enfoque predictivo más que reactivo. Esto comienza con el establecimiento de un monitoreo regular y sistemático de las poblaciones de ácaros durante toda la temporada activa, en particular antes de periodos críticos como la cría de abejas de invierno. Técnicas como la prueba con azúcar glas y el lavado con alcohol proporcionan evaluaciones cuantitativas fiables de infestaciones, permitiendo intervenciones a tiempo (3,5,7). La anticipación de la carga de Varroa integra varios factores propios de la colonia (fuerza, dinámica, actividad de pecoreo), el calendario de floraciones y las tendencias locales de temperatura que influyen en la reproducción de los ácaros (2,3).
En consecuencia, la elección de las ventanas óptimas para aplicar los acaricidas es crucial para maximizar su eficacia. Los periodos justo después de la cosecha o durante fases sin cría son ideales, ya que permiten atacar a los ácaros en fase forética – más vulnerables – y reducir simultáneamente las cargas virales y parasitarias antes del invierno (6,7). Esta temporalidad también reduce los riesgos de contaminación de la miel y mejora la supervivencia de las abejas de invierno, asegurando que las colonias entren en invernada con una presión parasitaria significativamente reducida.
La gestión más eficaz de Varroa se basa, ante todo, en una medición regular de los niveles de infestación, manteniéndose atentos al estado de las colonias durante toda la temporada y adaptando las intervenciones en consecuencia. Los apicultores deben aprovechar los periodos en que las condiciones climáticas o las floraciones no permiten la cosecha de miel – ya sea por una pausa natural en la floración o por un clima desfavorable – para aplicar tratamientos en momentos adecuados, incluso si esto implica desviarse de los calendarios tradicionales postcosecha.
Para quienes producen mieladas tardías, a menudo es necesario retrasar el periodo principal de tratamiento estival. En estos casos, una preparación proactiva es esencial: técnicas como la eliminación de cría o los tratamientos “flash” antes de la mielada tardía permiten retrasar el pico de infestación, facilitando así una sincronización óptima del control a largo plazo con el calendario de producción revisado.
Conocer y respetar los umbrales de infestación a escala de explotación es indispensable. Es necesario actuar rápidamente cuando los niveles superan los límites establecidos, combinando de manera adecuada el monitoreo, herramientas biotecnológicas y tratamientos químicos adaptados, para asegurar la salud de las colonias según los objetivos y contextos propios de cada apicultor. Este modo de gestión proactivo y adaptativo garantiza un bienestar duradero y la resiliencia de las colonias frente a Varroa, sin importar el desafío estacional o productivo.
Referencias:
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